Ha sido un fin de semana muy largo en Saigón. No obstante, seguimos superándonos. Sábado, 6 de la mañana, no nos quedan bares. Una melodía de despedida de windows nos arroja a la calle. Feliz idea... nos vamos al casino. Thais y chinos dormidos sobre una mesa de Black Jack, la ruleta gira mientras una cartera china escupe decenas de billetes de cien dólares. Nosotros somos 8, los cuatro de siempre, un payaso (literal), una bailarina clásica y dos francesas. Hagan sus apuestas.
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