Él me pidió un pitillo y se lo di al instante. Sacó un mechero de su bolsillo y lo encendió. Tras cinco minutos disfrutando ensimismado, la tarde cayó y se escondió en su casa de bambú. A la mañana siguiente, cuando me vio, se perdió por la puerta presuroso y apareció con una pipa de agua. Y allí nos echamos unos risas sin entendernos, intercambiando unas pocas palabras y un montón de gestos. Magnífica mañana compañero.
2 comentarios:
Me gusta la dulzura que expresa en la foto aquel hombre en pergamino.
Las risas de los no-entendimientos son las que van undidas al saber mas profundo.
Gusto
Ves? fumar a veces no es tan malo.
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