El otoño se desparrama por la calle de la Ballena. Mira las baldosas húmedas y frías y trata de huir por las esquinas. Aunque el frío se empeñe en teñirlo todo de gris, él arroja al aire su alarido de amarillos, de ocres, de verdes, de marrones, de bermellón y fuego. Una orgía cromática antes de morir.
Fue un placer dar una vuelta por esa tierra de contrastes y encontrarte de nuevo, amigo; aunque el gélido aire se convirtiera también en nuestro compañero y se emborrachara hasta mi sombra.
Au revoir camarada.














Al menos nos premiaron con cerveza y con la inestimable colaboración de esta señorita.
Estábamos predestinados a ello. Hasta Philippines Airlines nos recibió en el mostrador de facturación del aeropuerto con este lema. No nos quedó otra que unirnos a ella durante el fin de semana. Era una reunión de todo Asia, con gente de Japón, China y Filipinas. Pero Manila tembló bajo los pies del equipo titular vietnamita. Veni vidi vici.








No me quitaba el ojo de encima. Bueno, a mí no, a la cámara. A cada semáforo en el que paraba me buscaba entre las ruedas, gorros, máscaras y pañuelos. Y no es que fuera extraño ver a un occidental tirando fotos desde una moto, puesto que estaba en una de las calles más populares entre los turistas de Saigón, sin














